Deberes de lunes. Semana 55.

​Vuelta a casa. Esta semana han sido las fiestas de mi ciudad y he vuelto al barrio.  El escaparate de la mercería sigue siendo un caos. El local del señor Félix, entrañable y siempre sonriente, sigue oliendo a tienda de ultramarinos de los 80. Otros ya no están. Mis padres, para empezar. Y eso duele. La espigada de la pape que si podía nos timaba con los cambios. El señor Adolfo, que casi era parte de la familia… de todas las familias del barrio. El horno, con ese olor característico sobre todo al volver de fiesta.

Pasa con las celebraciones algo curioso. No sé si es cosa mía pero siempre traen recuerdos de tiempos mejores. Y aunque parezca triste no lo es; forma parte de mis tres instantes felices, porque además de sonreír con los recuerdos, volver a casa siempre me resetea y me da energía, aunque duela.

Reconozco que llevo varias semanas bastante baja de ánimos, y no estoy nada inspirada. No estoy preparada para compartir mis guerras pero en estos días he vuelto a soñar. Me despierto sonriendo y aunque sé que es una tontería, durante unos minutos juego a que es real. Y el caso es que empiezo el día de buen humor, y eso siempre facilita la vida. 

Los malos momentos tienen algunas pequeñas cosas buenas. La primera es aprender. Crecer, hacerse fuerte.

La segunda, darte cuenta de la gente que está cerca, aunque no te haga falta, por si acaso, para apoyarte, ayudarte o simplemente para no tener que hablar. 

Estoy en proceso de cambio, y será para bien. Semana de regreso al origen, reseteo y pilas cargadas para lo que venga. El otoño me invade,  supongo.

Feliz semana! 

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