De colores sonoros.

Siempre he sido muy sensible a lo que ocurre a mi alrededor. Pero no sensible de sentimientos o en plan sensiblera, (que también, pero no quiero hablar de eso ahora,jaja) sino más bien… sensitiva. Continuamente necesito conectar con mi lado animal, instintivo y dejar trabajar a mi nariz, escuchar las reacciones de mi piel o saborear los colores.
Cuando oigo una voz, a menudo me la imagino de un color. Por eso me apasiona la radio, y poder poner cara a los sonidos, igual que ponerle voz a vuestros textos. Olfatear cualquier cosa que vaya a saborear, o dejarme arrastrar por mi memoria a lugares enterrados al fondo a través de un olor o de una canción.
Y pensando en esto, hoy he salido a pasear por el centro y he coloreado el mundo con los olores del invierno, con la música a tope para no mezclar las sensaciones, he disfrutado del añorado sonido maternal del tenedor preparando una tortilla en alguna cocina y de las diferentes luces en las ventanas de los edificios. En esos momentos, me quito los auriculares y respiro hondo, para oír el aire inundando mis pulmones de su color azul invernal.
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8 comentarios en “De colores sonoros.

    1. Deberían instaurarse, pero en serio y por ley, días oficiales sin móviles, sin coches,… y nos llegarían los sonidos, los olores, miraríamos al mundo por el que pasamos corriendo cada día camino del trabajo… Yo lo echo de menos de vez en cuando, y me monto mi propio día de desconexión, como ayer. ¡Sienta genial! ¡Un abrazo!

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    1. Muy cierto, pero a veces pasamos tan deprisa que olvidamos que estaba ahí antes que nosotros, antes que nuestros asfaltos y nuestros aparcamientos. También me fascina la «naturaleza humana», ver las luces en los edificios al anochecer y pensar quién está haciendo la cena, o contando un cuento… viviendo, al fin y al cabo, aunque muchas veces no seamos conscientes del sabor de nuestras vidas.

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    1. Una vez más das en el clavo, Óscar. En ocasiones juego con los chavales a cerrarles los ojos y pedirles que escuchen, y el efecto es fascinante, oyen a los pájaros, o a los demás riéndose, o detectan el olor de las comidas… y siempre quieren repetir. Será que en el fondo todos necesitamos esa conexión. ¡Besicos envolventes!

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