Anna

Os dejo aquí la semilla de mi nueva «tradición marciana», algo que escribí una navidad de hace años.

He decidido no leer el final del libro. Porque sé que la vida real tiene momentos dulces e instantes nostálgicos, pequeños oasis en enormes desiertos, y gigantescos días de fuegos artificiales tras los cuales queda sólo un eco que nos vacía el alma. Y tengo el alma tan a rebosar, tan llena de sentimientos encontrados, algunos temidos, otros rehuidos durante tanto tiempo, y tantas ganas de gritar, saltar, correr, reír, bailar… que necesito respirar hondo y escuchar el silencio, para no dejar que el vértigo me arrastre al vacío… (o para no sentir algo que luego pueda echar de menos, tal vez…)

Este año ha sido intenso, largo, larguísimo, duro, durísimo, y lleno de momentos para el recuerdo. Muchísimos malos, algunos buenos, otros impensables y divertidos, y bastante agridulces, muchos que me acompañarán hasta el penúltimo sueño… y los mejores, los que más miedo me dan, los que no sé cuánto tiempo se quedarán ahí, ni cuánto quiero que se queden, dando vueltas y removiendo en el interior de mi alma.

Y tengo unas ganas tremendas de cerrar el capítulo y empezar de nuevo. Pero no sé si debo terminar de leer el libro para asumir la continuidad de la vida, o debo dejarlo ahí, para no perder la ilusión de quinceañera que tengo instalada junto con las ganas de volar. Y no, no hablo de amor, ni de enamoramientos adolescentes, o no sólo de eso, al menos… hablo de la vida, de mirar el amanecer mientras conduzco hacia el curro, o de la luna cuando vuelvo de noche desde la otra punta de la ciudad. Hablo de conversaciones sin importancia pero que te hacen sonreir, de sentirte en casa a mil kilómetros, o del placer de la soledad buscada, y de la compañía que no necesita palabras para decirlo todo.

Y al final, de nuevo… quedan las sonrisas, las miradas, los instantes fugaces compartidos y un infinito «gracias», a los de siempre y a los que llegaron este año, a los que se quedaron por el camino y a los que, sin saber cómo y sin poder evitarlo, avanzamos de la mano, sin casi rozarnos para no hacernos imprescindibles.

En fin, este ha sido mi momento navideño. Supongo que horas y horas de autobús con Anna Gavalda siempre me dejan tocada.

Tengo que dejar de llorar en los viajes, Anna. Lo nuestro debe terminar.

Le he regalado mi libro a una desconocida, y su cara ha sido un gran regalo prenavideño, el ser humano aún mola, al fin y al cabo. Y como no podía ser de otra manera, he buscado una foto para ilustrar esta nota y he descubierto a Audrey protagonizando la película… Tendré que ir a la biblioteca, supongo. Pero eso será el año que viene. De momento, me quedo en el momento dulce.

Feliz navidad, sea lo que sea eso, y sobre todo, lo mejor de lo mejor para el año que ya llega.

Sil.

audrey

10 comentarios en “Anna

  1. Qué bonito. Cuántas cosas sentías, cuánto debiste vivir ese año… Espero que este que está en su último trimestre haya tenido más momentos buenos, y que el próximo sea el mejor de cuantos ha vivido hasta ahora. Besicos de recuerdos

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  2. Hay etapas que toca aprender más de lo que se aprendió el resto de la vida, pero te aseguro que es mejor cerrar el capitulo. Habrá nuevas ilusiones y quedara en el recuerdo lo bueno, y todo lo que se aprendió. Todo termina pasando, y ya no te hablo desde la yo psicóloga, sino yo Noe. Por mas mala que sea la etapa, acaba pasando y comienza otra mucho mejor. Lo mejor de la vida no se planea simplemente sucede. Un millón de sonrisas =D

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    1. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Además siempre he sido muy positiva, pero fue una época muy larga,muy dura,muy todo mal. Ahora todo eso forma parte de mí y aunque no se deja de echar de menos a los que faltan, están conmigo todo el tiempo, y eso me hace fuerte. Gracias por tus palabras, un abrazo! 😉

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